Dijo Churchill que la historia la escriben los vencedores, pero en Catalunya se ha escrito mucho siendo los vencidos. Cuando el 11 de setiembre de 1714 los cañones de Barcelona apuntaron hacia el interior de la ciudad porque los catalanes, sitiados, apoyaban a los Austrias y no a los Borbones en la guerra de sucesión de la monarquía española, Felipe V de Borbón ganó el trono y ordenó disparar. Ese 11 de setiembre fue una fecha de muerte y destrucción, pero también de resistencia activa de la población haciendo frente a la represión.
Este 1 de octubre se celebró en Catalunya un referéndum de autodeterminación considerado ilegal por el Gobierno de España. Y Mariano Rajoy, con el apoyo de Felipe VI de Borbón, lo mandó a reprimir a porrazos generosamente repartidos por 10.000 policías provenientes del resto del Estado enviados para “reforzar la seguridad y ayudar a los Mossos d’Esquadra”, la policía autonómica catalana. Estos agentes de refuerzo esperaban hacía días en cruceros atracados en tres puertos catalanes. A pesar de la ridícula decoración de Piolín de uno de los barcos fletados, a mí eso siempre me resultó amenazante.
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Las agresiones policiales del domingo contra población civil manifestándose pacíficamente quedaron retratadas y fueron difundidas por cientos de miles de teléfonos celulares. Las cifras oficiales catalanas hablan de 800 heridos y así ha repercutido en las portadas de la prensa internacional. Rajoy, sin embargo, no ha declarado ni mu acerca de los heridos. Es más: se ha felicitado por la acción de ayer y por la “eficacia y lealtad de los servidores públicos”.
Entre cachiporras, patadas, urnas requisadas y cortes de internet, el referéndum prosiguió. La pregunta que nos hacíamos muchos por Whatsapp era si seguía solo en plan “acto de dignidad y resistencia” o de si realmente esos resultados se podrían dar por válidos. Yo dudaba de lo segundo.
Pero al final de la tarde cerraron los colegios electorales e inició el recuento de votos. Salió a declarar Mariano Rajoy. Luego declararon los tres principales líderes de otros partidos del Congreso Español. Y, ya en la noche, lo hizo el presidente catalán, Carles Puigdemont.
Las cifras se dieron a conocer después: de 5.3 millones de votantes convocados, se pudieron contabilizar 2.2 millones de votos, y se estima que al menos 770.000 personas no pudieron votar a pesar de quererlo. El 90% de las papeletas contabilizadas apoyaba el “sí” a la independencia.
La ejecución práctica de la consulta estuvo plagada de incidentes. No hay dudas de que fue una movilización muy grande y poderosa, pero la validez como proceso electoral es más controvertida. Y la abstención fue elevada. Pero los observadores internacionales y los académicos invitados por los convocantes dieron el referéndum por válido.
Si en tiempos de Churchill los vencedores escribían la historia, en los tiempos de Twitter pasa lo mismo: ahora hay que ganar la batalla del relato, generar el más convincente y atraer los mejores apoyos, tengan estos forma de post, de votos o de resoluciones europeas.
Trump hace unos días hablaba de la unión de España. Punto para Rajoy. Julian Assange ayer declaró que “la primera guerra mundial en Internet ha comenzado en Catalunya”. Punto para los independentistas. Angela Merkel llamó a Rajoy preguntando sobre los heridos. Nadie sabe de quién es ese punto.
Ahora estamos todas y todos expectantes, viendo con perplejidad cómo se va transformando esta batalla, entre comunicativa y política, que avanza a ritmo frenético. Les comparto lo que desde mi punto de vista son los tres principales relatos, no sin antes confesar mi posición: soy independentista, pero crítica, voté y lo hice por el sí, con simpatía hacia la izquierda española, pero veo más fácil irnos de España que vencer al PP.
-El relato independentista: Afirma que el referéndum se celebró y se ganó. Es el oficial del gobierno catalán y compartido por las bases independentistas, por los que han apostado por esta vía desde hace años. Es mayoritario en pueblos y ciudades pequeñas. Va acompañado de un gran sentimiento de orgullo por la dignidad y la fuerza en la resistencia de ayer, que fue pacífica pero contundente. La impresión es de victoria, de estar haciendo historia y de estar del lado “de los buenos” –y la represión de ayer fue la prueba indiscutible de ello-, por eso se apela una y otra vez a la defensa de los derechos humanos y hay una enorme decepción porque el auxilio de Europa no llega. La idea es que se han vencido todas las dificultades para poder votar con una mezcla de inteligencia, picaresca y unión. Que esto lo ha hecho la gente, y no los gobernantes (de abajo hacia arriba). Se quiere ir “a por ella” -la independencia- hasta el final pero… sin entrar en guerra ni usar la violencia. Esto es indiscutible. Declarar unilateralmente la independencia no se descarta. Se pone por encima la soberanía del pueblo catalán al cumplimiento de la ley española. Rajoy es percibido como un cazurro papanatas que “odia a los catalanes pero no les quiere dar el divorcio”. Desconfianza absoluta en las instituciones y partidos españoles. Se agradece el apoyo de la izquierda ibérica “pero llega demasiado tarde”. Es un relato muy sentimentalista y amante de los símbolos y es transversal a varias ideologías políticas, desde muy progresistas a conservadoras.
-El relato del no: Es el compartido por el gobierno español y la oposición catalana del PP y Ciutadans. Según ese punto de vista, no hubo referéndum porque se sofocó. Tampoco hubo heridos, solo resistencia a la autoridad a pesar de las advertencias. Cataluña no se puede independizar ni hay lugar para ningún tipo de consulta porque es inconstitucional. Los independentistas, liderados por Puigdemont, son rebeldes sediciosos que se han salido de la ley y son una minoría en la sociedad catalana. La mayoría es silenciosa y estaba ayer en su casa. El referéndum fue ilegal y “el picnic” que se celebró no tuvo garantías: no había urnas, no había Sindicatura Electoral ni un censo de verdad (porque ellos mismos se habían encargado de impedirlo). Rajoy se unirá a los líderes de Ciutadans y del PSOE para decidir soluciones sin dialogar con Catalunya. Este relato también afirma estar dispuesto a ir “hasta el final”, incluyendo la posible aplicación del artículo 155 de la Constitución: obligar a una comunidad autónoma que “atente contra el interés general de España” a cumplir forzosamente con la ley. Ese forzosamente me da miedo.
-El relato de la izquierda española y de la izquierda catalana no independentista (o sea, la de Podemos, los Comunes, los hijos e hijas del 15M y algún que otro socialista catalán del PSC): Lo que pasó ayer en Catalunya fue vergonzoso, porque el uso de la violencia nunca se justifica y menos contra población civil en manifestación pacífica. Esto es la prueba final de que el corrupto e inepto de Rajoy debe dejar el poder. Se le ha salido de las manos el “conflicto catalán” y ya no es un interlocutor válido. Debe dimitir. Y como no lo va a hacer voluntariamente, hay que exigírselo en el Congreso. Pero el PSOE ya se manifestó ayer y no parece muy dispuesto a ello. Por otro lado -y para muchos fue una revelación-, quedó clarísimo que existe una necesidad de votar por parte de la población catalana, y esto debe resolverse con un referéndum pactado. Pero el referéndum de ayer “válido lo que se dice válido… no fue”. Están mandando mensajes de fraternidad y solidaridad con Catalunya, que ha sido un aliado histórico contra la derecha más rancia como la que representa Rajoy.
Estos relatos mutan cada día. Entre las tres posiciones, hay algunas que se entremezclan y confunden, sobre todo la independentista con la de la izquierda no nacionalista. Una prueba de ello, son las alcaldesas de Barcelona y Madrid, aunque Ada Colau ha luchado activamente por el derecho a decidir, ganándose la simpatía del sector independentista, que no tenía hace unos meses. Las personas que no corresponden a una etiqueta fija pueden ser muy maltratadas en redes sociales por todos los lados, como Juan Manuel Serrat.
Hoy en mi what’s app siguen corriendo hipótesis y apuestas.
No tengo ni idea de lo que va a pasar. Solo se sabe que mañana martes 3 de octubre hay huelga general en Catalunya, con corte de vías incluido, un llamado más a la Unión Europea. Espero que bajo ningún concepto haya más violencia, pero tengo temores fundados de que la puede haber. También temo intentarlo y perder, como en 1714 o en 1939, y seguir con nuestro relato de dignidad pero aplastados por la derecha españolista del PP. Sería humillante.
Y como catalana indepe quisiera despedirme con una de las cursilerías que tanto nos gustan: Un amigo filólogo me dijo una vez que la diferencia entre un dialecto y una lengua es que la segunda tiene un ejército detrás. Pues los catalanes, sin ejército, tenemos una lengua y no un dialecto. Somos una nación y no un regionalismo. Y hemos celebrado un referéndum y no una “butifarrada” por más que les pese a los herederos del franquismo.
(Foto de portada: Agencia Efe)
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